El siervo de Dios Francisco Mercader Rande, hijo de los esposos Paz y María, era natural de Roda de Barà (Tarragonès). Fue bautizado el día 27 de marzo de 1881, dos días después de haber nacido. Fue ordenado presbítero el 18 de septiembre de 1908.
De un gran espíritu eclesiástico, se puso a disposición del señor cardenal Vidal para ir como ecónomo a Barberà (Tarragona), parroquia que había sido destinada a quedarse sin pastor. Antes había sido ecónomo de la Parroquia de Prades.
Ante un clima anticlerical comenzó a visitar todas las familias, lo que le costó muchas humillaciones. Decía: «Ya que ellos no vienen, siendo yo el rector de todos, soy yo que tengo que ir hacia ellos.» Era de una humildad sorprendente y muy piadoso, llevaba una vida de intensa oración y penitencia. Visitaba mucho a los enfermos, a pesar de las negativas y burlas que recibía. Era caritativo hacia los necesitados. Dedicaba mucho tiempo a la instrucción catequética de los niños. Algunos de sus grandes enemigos decían: «Después de todo, es un buen hombre, lástima que sea presbítero. Sólo por eso merece desprecio.»
Cuando se acercaba la época fatídica del 36 decía: «Estos son los tiempos de la cosecha. El Señor nos los envía para que recogemos grandes gracias.» Y repetía a menudo: «Barberá cambiará y será piadosa.»
Estallada ya la revuelta del 36, el Comité le dijo si quería salvar algo de valor de la iglesia. Él fue a salvar el Santísimo Sacramento. Le aseguraron que no le pasaría nada si se quedaba en la rectoría. Cuando el día 22 de julio fueron quemadas todas las cosas de la iglesia le obligaron a presenciar la quema de la imagen de la Virgen del Rosario diciéndole: «Tú has visto y iras viendo como destruimos los altares, pero queremos que notes como trituramos la Virgen del Rosario.» Entonces él dijo: «No, hijos míos, no toqueis la Virgen del Rosario, que es vuestra patrona. ¡No la estropee! ¡Respetadla!» Pero la imagen ya rodaba por el suelo y acto seguido la tiraron en la hoguera de la plaza.
El día 4 de agosto, a las 6 de la mañana, el Mn. Francisco Mercader fue detenido en la abadía, donde estava confinado. Cuando lo sacaban de casa con el pretexto de ir a declarar a Tarragona, con los brazos en cruz, rogó que lo mataran allí mismo, ante su parroquia. Dijo: «Vivo para Cristo y por él quiero morir.» Todo el viaje fue con el santo Cristo en las manos, rezando. Cerca de la Secuita le preguntaron: «¿Qué, ya has rezado lo suficiente?» Él les respondió que sí, con toda serenidad. Le hicieron bajar del coche, y allí, al lado de la carretera, fue asesinado por el solo hecho de ser presbítero.